viernes, 27 de abril de 2012

Obituario: Josep María Berenguer

Como no podía ser de otra forma, la muerte pilló a Josep María Berenguer el Día del Libro, como en 1616 les sucedió a Cervantes y a Sheakespeare. Hablar del cómic underground sin hablar de Josep María Berenguer o Josep Toutain es imposible, pues gracias a ambos hoy por hoy podemos conocer la obra de los grandes como Robert Crumb, Peter Bagge o König. Fundador de El Víbora y la editorial La Cúpula dedicó su vida a su pasión los cómix, como rezaba en la leyenda de la mítica revista que fue un éxito en la década de los 80 y un referente a pesar de su desaparición alla por 2007. Con la desaparición de este mítico editor, el mundo de la Cultura vuelve a quedarse huérfano de creadores en muy corto espacio de tiempo. Apenas no nos hemos recuperado de la muerte de Moebius o Mingote cuando el cáncer, esa puta y maldita enfermedad se ceba con Berenguer y lo reclama. A título personal quiero agradecer que aprendiese a amar los cómics gracias a publicaciones como la anteriormente nombrada, o autores con los que he compartido charla y aprendizaje a lo largo de mi vida. Descanse en Paz, Josep María Berenguer

jueves, 26 de abril de 2012

Derecho a la ordinariez

Aguardaba el otro día la cola del banco porque tenía que realizar unos pagos cuando un grupo de personas que más bien era gente seguía inmersa en una charla donde el altísimo tono de voz se mezclaba con los cacareos de la risa ordinaria y vulgar o soez. Ahíto de aquel jolgorio carente de educación y respeto, exigí un poco de silencio, ya que el dolor de cabeza que taladraba el interior de mi cráneo se tornaba por momentos en una sensación más que insoportable y molesta. Una señora, casualmente vecina mía con la que he tenido alguna que otra discusión en asuntos de ruidos con la música de su hijo se sintió ofendida y me dijo que ella tenía todo el derecho del mundo a hablar, invitándome a visitar cierto lugar escatológico si no era de mi agrado su tono de voz. Reclamaba su derecho a ser ordinaria, a obviar el respeto a los demás en nombre de una conversación que a nadie le importaba. Puedo entender y comprender que cada individuo se expresa de una manera determinada, pero que se haga gala y se reclame como legítimo derecho la falta de educación y la vulgaridad más ordinaria, no. No estoy dispuesto a que este subtipo de las personas llamado gente sea capaz de perturbar mi paz en nombre de una reivindicación en favor de la molestia y la mala educación. Sorprendióme que todo el mundo se quejase de boquilla, y que una vez más fuese yo quien tuviese que proclamarme paladín de la educación, el respeto y el civismo, algo que ya me está hastiando sobremanera, porque no es mi guerra ni soy el salvador de nada ni nadie.