miércoles, 2 de febrero de 2011

Cotización perpetua

Tomando prestado el nombre del titular del diario ABC de hace unos días, no está de más hacer un análisis sobre esa salvajada a la que el Gobierno ha bautizado como Reforma de las Pensiones, bajo la complicidad y la mirada impasible de unos sindicatos untados, sobornados y vendidos al poder, que han demostrado su inutilidad y lo poco o nada que le importa la clase trabajadora. La persona que dijo que la esclavitud había sido abolida, se alejaba tanto de la realidad como una presa huyendo de su captor, pues entre la cadena hipotecaria que nos ata durante treinta o cuarenta años y las cerca de cuatro décadas que son necesarias para jubilarnos a los 65, vivimos en una esclavitud permanente en un Estado de Bienestar defenestrado. Con esta reforma y esta pérdida de derechos fundamentales, los trabajadores se verán amarrados a un puesto de trabajo de por vida, sin posibilidad de permitirse el lujo de quedar en desempleo o emigrar allende nuestras fronteras si no hay trabajo aquí. Nos convertiremos en esclavos de un sistema que navega sin rumbo ni dirección, bajo la atenta mirada de un inepto adicto al poder, inmaduro, que es capaz de sobornar a organizaciones sindicales para que callen y traguen ante su decisión fascista, totalitaria e injusta, sobre la cual me pregunto: ¿no sería más fácil fomentar el empleo juvenil, que retrasar la edad de jubilación?

martes, 1 de febrero de 2011

Trece años

Tal día como el de ayer, en un lejano 1998, me dirigía, como cada tarde, a la Escuela de Arte, aquella que estaba ubicada en la Casa de los Leones de la calle Zaragoza de Sevilla. Recuerdo que era un oscuro, frío y gris día de invierno. Al llegar donde me formaba vi que estaba cerrada, y a sus puertas, la jefa de estudios, Pilar Toscano, nos informaba que as clases habían sido suspendidas a causa de un atentado terrorista perpetrado la noche anterior.
Hijos de puta, pensé yo en aquel momento, y aún sigo haciéndolo. Me pregunté entonces qué coño querían, por qué mataban en Sevilla, mientras me dirigía al Ayuntamiento a presentar mis respetos ante los féretros de Alberto y Ascen, aguardando una cola donde las palabras sobraban y el silencio reinaba. No era necesario opinar; no hacía falta hablar, pues todos sentíamos lo mismo. Indignación. Rabia. Dolor. Incomprensión. Arrastrado por algo incomprensible aún hoy, me vi en la calle Don Remondo, en ese omnipresente silencio, presentando mis respetos, manifestándome en contra de la ETA, rechazando su violencia y su sinrazón, gritando con mi voz apagada en favor de la paz, con una pancarta que realicé para ello.
Han pasado trece años desde aquel frío, oscuro y gris día de invierno de 1998, y sigo con el mismo sentimiento de rechazo hacia esos asesinos de la ETA, porque sólo pueden ser definidos así, ni violentos, ni radicales ni otros eufemismos. La ETA es una banda de asesinos. Punto. No se ha de ver de otra forma. No se ha de entender de otra forma.