viernes, 21 de enero de 2011

Usted

Se llamaba -y espero que aún viva para seguir haciéndolo- Aurelio, y no medía más de metro y medio. Era profesor de Matemáticas e Informática durante los primeros años de la década de 1990 en el Instituto donde comencé a estudiar Bachillerato, aunque no lo terminase por culpa de otra profesora de la que más tarde hablaré, porque de hacerlo distraería la atención sobre el asunto sobre el que quiero escribir hoy. Los recuerdos que tengo de aquel docente son gratos, importantes y muy instructivos. Si bien continué suspendiendo la asignatura que éste impartía, de Aurelio aprendí el respeto, los modales y a hablar de usted, pues él se dirigía en el mismo término a nosotros, tan respetuoso y reverencial, siempre a través de nuestro apellido, lo cual era extraño para aquellos niños cuya edad no sobrepasaba los 17 años y que estaban acostumbrados a ser llamados Gabriel, Gema o Eduardo. Nunca tuteé a Aurelio, y seguro estoy que de volver a verlo, nada cambiaría, como sucede con otros profesores a los que adoro y con quienes comparto amistad y trato cordial. Es cierto que sus lecciones de Matemáticas o Informática han quedado en la noche de los tiempos, mas no su lección más importante: el saber estar, el saber comportarse y el saber respetar. ¡Cuánta falta hace en las aulas actuales!

martes, 18 de enero de 2011

Laicismo, aconfesionalidad y respeto

Ahíto de este clima de intolerancia que nos agita constantemente, escribo este artículo. El boicot a la misa de los miércoles en la Universidad de Barcelona rebasa los límites de la ignominia, y sólo puede ser catalogado de vergonzoso espectáculo de intolerancia. A mí poco me importa que sea una celebración litúrgica, una conferencia de un político o cualquier acto de la índole que sea, pues el problema de fondo es la imposición de unas ideas, unas creencias y la falta de respeto al resto. Si bien es cierto que durante la dictadura se obligaba a creer y adorar, a apoyar al régimen que existía, ¿por qué en Democracia se insta a apoyar un laicismo que la Constitución no reconoce o una singularidad política que no está reflejada en la misma? ¿Dónde quedan los consensos logrados en la Transición? Mucho me temo que de seguir estos ataques contra las libertades, nuestra consolidada Democracia, con sus más y sus menos tenga los días contados, y vuelva una dictadura más dura y salvaje que la que sufrió España durante cuarenta años, tras esa barbaridad llamada guerra civil, a la cual jamás daré el respeto que puedan ofrecer las mayúsculas. La experiencia y los años me han hecho no estar a favor de las cosas, pero tampoco en contra. No obstante, defenderé el derecho a expresarlas libremente, y repudiaré siempre que no sea así.

lunes, 17 de enero de 2011

Sobre candados y amor

Para ser sincero, no entiendo la nueva moda de poner candados en un puente con el nombre propio y el de la persona amada, o viceversa. Que traten de venderlo como un hecho romántico por culpa de una serie de novelas que no tengo el más mínimo interés en leer, no quiere decir que deje de ser un acto de vandalismo, así como una ordinariez, pues el amor se demuestra de muchísimas formas, y mucho más bellas, bajo mi punto de vista. Ver un candado atado a un puente, lejos de despertarme ternura, me parece ridículo y antiestético, si obviamos el impacto medioambiental de las miles de llaves oxidadas en las aguas del río. Aparte, los puentes son lugares de tránsito, paso, por lo que querer representar un símbolo del amor sobre algo que simboliza lo efímero y pasajero, no es la mejor manera de representar dicho sentimiento. Por eso aplaudo la decisión del Ayuntamiento sevillano al retirar tanto candado, y espero que otros Consistorios sigan el ejemplo. No podemos permitir que una cosa que amarra se convierta en el símbolo del Amor, puesto que ésto es algo que nos hace libres, y no algo que nos ata a un puente, en un sitio al que puede que no regresemos jamás.