viernes, 16 de diciembre de 2011

Incoherencias y felicitaciones

Aún no había terminado de despertarme cuando tuve que hacer un recado a primera hora de la mañana, acompañado de ese frío vespertino que corresponde a estas fechas. En el comercio donde aguardaba la cola, una señora que ya debía rozar los sesenta se quejaba de las fiestas navideñas, de las pocas ganas que tenía y muchas más cosas relacionadas con estos días, sin dar opción a la réplica o mostrar interés si alguien quería rebatir su retahíla de improperios u opiniones convertidas en verdades absolutas. Se quejaba, como hemos dicho antes, de las Navidades y todo lo que representaba, pero sólo hablaba de lo material. Una vez fue atendida, se despidió felicitándonos estos días. Poca o nula importancia le doy a esto de desear los mejores deseos en Pascuas o esta época, pues a mí se me suele pasar, bien sea por desgana, desidia u olvido. No obstante, la incoherencia de esta señora me hizo reflexionar y preguntarme en voz alta por la coherencia en la actitud de esta señora, pues creo que no era consciente de aquello que acababa de hacer. Quizá, si no tuviese ese chip de quedar bien con el resto no hubiese sido tan ridícula su actuación, pues resulta cuanto menos absurdo renegar de algo y acto seguido defenderlo en forma de fórmula aprendida para quedar bien con el resto.

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