martes, 22 de noviembre de 2011

Obsolescencia programada

El negocio de los aparatos eléctricos, electrónicos o de la índole que sea está en su limitado período de vida útil. No ha sido una única vez en la que hemos desechado un teléfono móvil que ha dejado de funcionar al año de haber sudo comprado, o tenido que cambiar una bombilla porque se ha fundido, por ilustrar con dos ejemplos. Todos y cada uno de los cacharros que tenemos en casa dejan de servirnos más tarde o más temprano, como su se tratase de aquellos objetos de la serie Misión Imposible, que se autodestruían al cabo de unos segundos. El hecho de este fenómeno que lleva sucediendo desde siempre, me hace ver que nos obligan a consumir, ya que aquello que usamos no servirá para una siguiente generación. Es curioso que estas cosas se rompan cuando termina la garantía del fabricante, y que nos desaconsejen su reparación o arreglo. ¿Casualidad? Yo creo que no. Simple y llanamente leyes del mercado y de la sociedad capitalista que hace que caigamos en sus tentáculos, convenciéndonos de manera más sutil o no que debemos tener el mejor móvil, el ordenador más rápido o la televisión de última generación, sin advertir o especificar de la existencia de una fecha de caducidad de los mismos, pues no hay leyes que contemplen la obligatoriedad de incluir la misma.

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