domingo, 5 de junio de 2011

Melodías

Sucede algo muy extraño cuando la música de mi reproductor empieza a sonar, y sólo yo lo escucho. El ritmo de la vida se adapta a la canción que en ese momento suena y como si se tratase de un musical, ya sea de cine o teatral, las gentes, las personas, unen sus movimientos en una perfecta coreografía al compás de la música. Todo retorna a la normalidad cuando la melodía desencadenada o no finaliza, todo retorna a lo habitual, a las prisas, al individualismo individual de individuos individualistas, a las conversaciones de hipócritas egoístas o las discusiones de parejas que no se soportan, pero que no se liberan. El ritmo habitual, que no el normal de la vida, porque al fin y al cano, ¿qué es normal y qué deja de serlo?, ¿quién osa tener la autoridad moral para catalogarnos como extraños, raros, habituales o normales? Vuelvo a prestar atención a la música, dejando que las notas diluyan mis pensamientos, mis ideas y planteamientos. Las guitarras distorsionadas, los poetas que son confundidos con cantantes o los trovadores modernos que nos narran las incomprensibles historias cuando no se conoce el idioma me regalan intensos instantes. Me gusta pensar, imaginar que durante tres o cuatro minutos apartamos nuestras diferencias para bailar al ritmo de una única melodía que suena al compás de una vida mejor.

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