sábado, 9 de abril de 2011

Un café y yo

Acabo de venir de tomarme un café del Múapelo, que he degustado como hacía tiempo que no lo hacía, pues he dejado que la música me ayudase a saborearlo. Alejado de arrogantes demostraciones de entendido catador de café, he dado un generoso buche a la taza, dejando que estallase en mi boca, mientras Bob Dylan me cautivaba con su voz en una canción cuyo nombre ni recuerdo, ni tengo el más mínimo interés en aprender. La tarde de hoy ha sido para mí, que falta me hacía, pues necesitaba alejar mi mente, mi cerebro y mis pensamientos de cualquier cosa que oliese a intelectualidad. Hoy era el momento de aparcar la faena literaria, sentarme en la barra del bar, con la única compañía de mi taza llena de un café cremoso, rico y con sabor, exento del azúcar que le robe el protagonismo que se merece. Solos. El café y yo, con la música de testigo y las guitarras que nos acompañan, con la voz grave del cantautor cuyas letras no entiendo porque no deseo poner empeño en ello. Hoy es un día en el cual fluyen mil ideas, y una de ellas es la que plasmo en el ordenador, pues la pluma está reservada a esa novela que día a día redacto y que pronto verá la luz. Hoy es un día en el cual deseo expresarme a través de la literatura, donde he vuelto a vomitar trozos de mi alma en forma de pintura abstracta. Hoy más que nunca añoro mi querida Olivetti, aquella máquina de escribir que plasmó tantos escritos y cuyo destino final desconozco. Hoy es un sábado de abril, de una primavera maravillosa que nos regala todo su esplendor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión es importante