jueves, 4 de noviembre de 2010

La importancia de un piropo

Llevo unos días en los cuales apenas escribo. En esta ocasión no es el tiempo, el agotamiento o la desidia. Más bien es la delicada situación personal que estoy viviendo, y que me impide hacerlo o concentrarme para ello. No obstante, debo volver a ello, pues para algo es mi profesión, eligiendo el tema del piropo y su utilidad. No hace mucho, mi mejor amiga vivía en Alemania, y en uno de esos viajes de vuelta, me comentaba que nunca la piropeaban, lo cual me resultó extremadamente increíble. Hace unos días, mi humor destacaba por su ausencia, lo cual nunca es bueno, pues esa falta de interés por el agrado hace que uno parezca antipático sin serlo. En el transcurso de aquella mañana, fui piropeado de una forma nada ofensiva y sí muy literaria y poética, lo cual hizo que ese nubarrón en el carácter desapareciese tan deprisa como la duración de dicho halago. Me di cuenta de su importancia, ya que en ese instante, supe que no era baladí alabar las cualidades de alguien. Era una inyección de autoestima, de optimismo, que podía solucionar muchos complejos. Con esto no defiendo las groserías y burradas de andamio, pero sí un grito a los cuatro vientos para resaltar la belleza de alguien, sea mujer u hombre, pues no es exclusiva del género femenino la recepción de piropos por parte de los hombres.

martes, 2 de noviembre de 2010

Modelismo

Hace años que monto miniaturas, tanto de infantería como vehículos, siempre de serie fantástica, ya sea futurista o medieval, salvo mi último tanque, un Panzer II de la Segunda Guerra Mundial, que me ha costado sangre, sudor y lágrimas, por su infinita cantidad de piezas en las diferentes matrices. Hoy quiero evitar comparaciones entre la arriba nombrada, y la serie histórica, porque me gustaría agradecer a un querido amigo que me enseñase a amar este hobby nada barato. Sentarme delante de una matriz de plástico, un marine espacial montado, listo para ser pintado o un Rhino imprimado, por poner varios ejemplos, ha sido la mejor terapia que haya podido tener, pues durante ese tiempo mi mente sólo ha estado ocupada en eso, alejando la dureza de las cornadas y embestidas de ese toro llamado Destino, porque de no ser así me volvería loco, al preguntarme tantas veces el porqué de lo qué me sucede y no hallar una explicación. Puede que la gente piense que no me doy cuenta de las cosas, pero no es así, porque soy consciente, y no poco de aquello que pasa a mi alrededor. Tengo muy claro qué es verdad, qué es mentira, qué es justo y qué no. Me pregunto si esos que alardean y hacen apología de la normalidad en un mundo gris y homogéneo de réplicas de clones que imitan a una copia de la originalidad son capaces de tener las cosas tan claras como yo.