sábado, 10 de abril de 2010

Huida hacia el abismo

La cañonera Thunderhawk expulsaba de su interior aquella cápsula de desembarco, con tres exploradores que antaño pertenecieron a los Ángeles Sangrientos en su interior, bajo la atenta mirada del inquisidor Presley, que había usado su poder e influencias para requisarla, ignorando y desafiando las órdenes que los Reclusiarcas del Capítulo habían dado. Sabía que aquellos jóvenes no regresarían ni combatirían junto a él nunca más, que su valor y hazañas serían olvidadas y pasarían desapercibidas en la vastedad del Imperio. Estaba seguro que el hueco que dejaban no se llenaría de ninguna forma y contemplaba por los ventanales de la cañonera cómo se alejaba el vehículo de evacuación, perdiéndose en la negrura de ese espacio asolado por la guerra interminable. Solo, con la única compañía de sus recuerdos y la sensación de haber tomado la decisión correcta, pensaba que era lo único que le importaba era el destino de quienes en su interior se encontraban, atados, sufriendo la Rabia Negra, reviviendo el sacrificio de Sanguinius, carentes de razón, juicio o lógica, con la mirada perdida, centrada en el vacío interior y los recuerdos que el más noble de los Primarcas impregnó en su semilla genética...

martes, 6 de abril de 2010

Semana Santa

Cuando sólo han pasado tres días desde que la Semana Santa ha terminado, cuando aún se respira en el ambiente el olor a incienso, el eco de las bandas de música aún resuena en mis oídos y la cera de las velas aún no se ha diluido del asfalto, desearía recrearme en los momentos vividos, a pensar en la Tradición colectiva, y en la mía particular, totalmente alterada este año por motivos ajenos a mi voluntad. Al margen de agnosticismos, ateísmos irreverentes e irrespetuosos que adoran dar la nota insultando las creencias del resto, o capullitos capillitas que convierten la Semana de Pasión en un integrismo cofrade, vivir estos días de Penitencia se ha convertido en un sentir íntimo que se ha venido repitiendo de la misma forma, año tras año, invariable, imperturbable desde 1998 hasta hace unos días, que algo cambió. Enfrentarme de cerca a la salida una de las procesiones, verla a escasos metros en un respetuoso silencio que se hacía al abrirse las puertas del Templo, cuando antes me resultaba imposible hacerlo, por la cantidad de personas que año tras año se agolpan allí, produce sensaciones que la palabra no puede describir, y que de hacerlo, quedarían en el interior por su intimidad. Podría, también, hablar de la historia de los escultores, de las Hermandades, pero no soy docto en la materia, ni pretendo serlo. Sólo me dejo llevar por esa mezcla de sentimientos, de respeto que en más de una ocasión se ve como imposición, porque puede ser verdad que nos obliguen a hacer o ver algo que no gusta, pero creo que en estos días, al margen de imágenes, procesiones o diferentes representaciones y visiones de un mismo Dios, debe quedar el recogimiento, la meditación, el sentir popular y el respeto por los demás y sus creencias. Porque no es fácil ver más allá de la puesta en escena y entender la profunda carga espiritual que la Semana Santa tiene. Se cree que sólo es cristiana y/o católica, pero no. Es más que eso, pero eso jamás lo explicarán, porque siempre estarán más ocupados tratando de adornar al Cristo o la Virgen que entendiendo la importancia de la espiritualidad colectiva y personal.

lunes, 5 de abril de 2010

Reposando opiniones

Ante los tres crímenes machistas sucedidos hace unos días en el transcurso de una misma jornada, sólo cabe expresar mi más profundo rechazo y la más absoluta y firme condena, como siempre hago y haré cuando se produce semejante barbarie. He querido dejar transcurrir el devenir del tiempo para no dejarme llevar por la ira, el odio y la impotencia que me sacude habitualmente en estos casos, pero me resulta imposible. Aunque inevitablemente el dios Chronos devore a sus hijos lenta o rápidamente, el malestar no desaparece, el dolor y la impotencia se convierten en grumos que se me atragantan, y el rechazo público se instaura en mi pensamiento, aumentando más si cabe mi enfado. Poco importa, tanto da que espere a reposar mis ideas, mi opinión, pues siguen intactos e invariables desde el primer instante. Y es que han sido tres mujeres las asesinadas a manos de machos que poco tienen de hombres, carentes de redaños, cojones o valor. Cobardes infames cuya hombría sólo se encuentra entre sus piernas, con la que imponen una propiedad que no es tal, pues las personas sólo pertenecen a la libertad. Me pregunto, una vez más, sin obtener respuesta, algo que tengo más que asumido, cuándo se educará realmente en igualdad, lejos de machismos, hembrismos disfrazados de feminismos radicales o revanchas de género, como nos hacen creer según qué políticas, ministras o intelectualas progres de turno que no tienen idea de nada.

domingo, 4 de abril de 2010

Temporal enrarecido

Aquella visita turística a Edimburgo se planteaba como uno de mis proyectos más anhelados. Durante años había ahorrado para poder conocer una de las ciudades que más me había fascinado tras mi paso por otros lugares como París, Cork o Zaragoza. A pesar de no ser un extraño para mí el lima británico, aquella espesa niebla me hacía sentir intranquilo, pues enrarecía el ambiente hasta hacerlo irreconocible. Sus calles se antojaban oscuras, sombrías, regalando una sensación de angustia que poco podía gustar, logrando un lugar harto inhóspito, lo cual no recordaba en mi anterior estancia y visita. Paseando por el cementerio, las tumbas y lápidas se habían convertido en apéndices de notas que advertían a los vivos que no eran bien recibidos entre sus muros. La oscuridad que aquella mañana se manifestaba era inusual, haciendo perceptible casa sonido que se producía, como aquella verja que chirriaba tan insistentemente, hasta el punto de verme obligado buscar su procedencia, y con mucha cautela, pues nunca está de más. Aquella estancia sólo iluminada por una farola se volvía tétrica entre el frío y la espesa niebla que la rodeaba, cautivándome y hechizándome pese a ello, pues mi voluntad ya estaba anulada. Ausente, preguntándome cómo había hallado el lugar, escuché unos sonidos guturales, gemidos de lamentación que me devolvían al mundo real. Corrí con todas mis fuerzas, pero me notaba aprisionado, sin posibilidad de zafarme de mis captores, para poder salir de allí. Sólo recuerdo que me desperté más tarde en mi cama, durmiendo plácidamente. Creí que era una pesadilla, pero nunca estuve más lejos de la verdad, pues al meterme en la ducha, descubrí las magulladuras y heridas que había sentido en el cementerio...