sábado, 13 de marzo de 2010

Ultimo rayo

Cualquier lugar del Universo, en un futuro extremadamente lejano.

Los cálculos de los científicos habían sido más inexactos de lo qué cabría esperar. El Sol de aquel sistema estallaría, y el cuarto planeta desde su posición, el único con vida animal, dejaría de existir tal y como era conocido. Sus habitantes sucumbirían al frío intenso que supone la extinción de una estrella, la que les daba la vida. Los más poderosos hace tiempo que habían huido hacia otros lares, otras galaxias en las cuales empezarían de cero, como colonos de un territorio desconocido, hostil quizá. Se salvarían. Única y exclusivamente quienes tenían dinero. El resto fue condenado a muerte por la clase política, corrupta y sin escrúpulos, pues sólo favorecían a quienes lograban sobrevivir en aquella sociedad donde los más débiles carecían siquiera del derecho a la vida, que debía ser comprado a los señores feudales de cada región, y que decidían si venderlo o no. Los científicos habían decidido no abandonar el planeta, en un suicidio colectivo pactado, porque se sentían identificados con las clases y castas más inferiores. Su opción había sido muy meditada y consensuada. Para ellos cualquier otra vida carecía de interés o importancia. Sabían que esos rayos eran los últimos, que el devenir de las horas sería definitivo, y no habría un nuevo amanecer.Pero eso no les hizo retroceder. Quisieron esperar y contemplar el fin del mundo...

viernes, 12 de marzo de 2010

¿Cómo te va?

Hace relativamente pocos días que recibí la típica pregunta de cortesía ¿cómo te va?. Sin esperar respuesta, ni tener tiempo para ello, mi interlocutor respondióme que cómo me iba a ir, que bien, como a todo el mundo. Ahíto, cansado y fatigado de la gente, que no personas, que ponen palabras en boca de quien no las pronuncia, estallé sin perder los nervios con otra cuestión: Si ya sabes cómo me va, ¿para qué diablos(eufemísticamente hablando) quieres saberlo? Incapaz de contenerme, formulé un alegato en contra de la hipocresía, desterrada de mi vida desde hace ya un tiempo, y en favor de la sinceridad, notando cómo mi interlocutor se sentía ofendido por mi contestación, catalogada de cualquier manera salvo la políticamente correcta, algo que carecía, bajo mi punto de vista, de importancia alguna, pues no es santo de mi devoción aquel que decía interesarse por cómo me pudiese sentir.
Y es que, la mejor forma de no obtener una respuesta no deseada, aparte de la prudencia y la discreción, es evitar formular cualquier pregunta o inquirir sobre lo qué ya se da por sabido o conoce.

jueves, 11 de marzo de 2010

Un post harto difícil

Como cada año en este día, redactar unas simples letras se me presenta como el mayor de los desafíos, pues el nudo que hace seis años se formó en mi garganta aún no se ha deshecho. Aún no he superado el daño que supusieron los atentados de Madrid del 11 de marzo. A estas alturas de la vida y la película, poco me importa ya si fue ETA, Al Qaeda o la culpa la tuvo Aznar, por apoyar al Bush en la Guerra de Irak. Eso me resulta ya superfluo, baladí y carente de importancia, porque aquello sucedió por el fanatismo de unos locos que desprecian la vida humana, y se creen con el derecho de elegir quién vive o muere, poco importa, tanto da cómo y con quién se hayan organizado. Aquel día murieron 192 personas inocentes, que merecen ser recordadas, que deben ser recordadas, con una historia cada una de ellas, con un hueco imposible de llenar. Es por todas y cada una de esas víctimas por las que escribo esto, una vez más, como seguiré haciéndolo el resto de mi vida en el día de hoy, mientras tenga fuerzas para ello. Escribo para luchar contra la barbarie, contra el fanatismo y la imposición de los ideales de unos pocos a cualquier precio, incluso el de la vida humana. Escribo para no olvidar, para tener siempre presente a esas inocentes víctimas de la intolerancia más fanática. Miro al cielo y digo: Va por vosotros.

Volantes e ingles

La actualidad diaria me deja una noticia de aquellas que despiertan la hilaridad, la burla y la sonrisa por su invocación al animus iocandi. Con una mezcla de asombro y guasa leo que una señora ha tenido un accidente sin graves consecuencias por depilarse las ingles a la vez que conducía, o siendo más precisos, mientras su ex marido llevaba el volante desde el asiento del copiloto. Imaginar la cara del agente de policía que le solicitó los papeles se presenta como una tarea harto difícil, y pensar en él con el semblante serio, una misión imposible, pero no las de Tom Cruise, que confunde las Fallas con la Semana Santa. Una vez me hube asegurado que no era el diario del 28 de diciembre, ni la fecha nombrada, comprobé que la noticia ocupaba cuatro columnas.
Entre tanta seriedad de corrupciones, corruptelas, crisis o atentados terroristas perpetrados por políticos y banqueros, ambos sin escrúpulos, algo que sólo puede pasar en las películas de Hollywood se presenta como una bocanada de aire fresco, merecedora del más sincero agradecimiento, pese a que la situación puede costarle a la conductora una pena de cárcel, por su extrema gravedad. Restándole hierro al asunto, y siguiendo el tono jocoso, no estaría mal ni de más aconsejar a la conductora levantarse cinco minutos antes u otros menesteres, si quería llegar impecable a su cita. Como tampoco sería mala idea agradecer este tipo de noticias, para distraernos un poco de tanto agobio de realidad y protagonistas que no merecen tanta importancia, pese a que nuestros destinos dependan de sus decisiones.

martes, 9 de marzo de 2010

Reencuentros

Tuve ayer el placer y el honor de coincidir con mi antigua profesora de Lengua y Literatura durante mi etapa del Bachiller, que quedó inconcluso por motivos ajenos y que en otro momento relataré. Recordando aquellos instantes pasados, la que fue mi mentora a principios de la década de 1990, me dio detalles sobre mi formación, olvidados o sepultados en mi mente por otros recuerdos aglutinados en mi mente, pero no en mi alma, donde radica y se queda lo importante. Sentados en el autobús, volvía a recibir una clase de Literatura, sin libros, exenta de apuntes y teorías sobre el lenguaje, pero de aquellas que yo denomino y catalogo como magistral.
No obstante, al preguntarle el número de alumnos que habían elegido la Literatura como profesión, me respondió que tan sólo dos escritores habían salido tras mi abandono del Instituto, pues el resto tan sólo pensaba en carreras técnicas, de ciencias o ingenierías, el lugar donde se encuentran los grandes sueldos y el capitalismo más salvaje. Echábamos de menos a estudiantes de Humanidades, bohemios que supiesen dar color a esta gris sociedad de gentes y no personas. Añorábamos, añoro a quiénes les importaba más realizarse interiormente, ser felices y no un puñado de euros. Cuando tan necesarias son las Filosofía, La Literatura, las Bellas Artes o cualquier otra Humanidad, la gran masa no sólo renuncia a ellas sino que las desprecia por el materialismo más despiadado. ¿Hacia dónde nos dirigimos?

Años de larga espera llegan a su fin

Han pasado cerca de once años de mi comienzo como miniaturista, como modelista y aficionado a los wargames, es decir, juegos de guerra o de miniaturas, algo parecido al rol, pero que nada tiene que ver. En aquella época, me inicié en Warhammer Fantasy, con mis primeras tropas de Altos Elfos, que se convirtieron en toda una hueste, y de la cual puedo decir que me podrán faltar tres o cuatro unidades para poseer todo el ejército que comanda el príncipe Tyrion. Pero abandonaría las batallas medievales para introducirme en un mundo más oscuro, un futuro desolador en el que sólo hay guerra, allá por el año 40000. De la mano de los Traidores al Imperio, lograría mi redención con los Templarios Negros, comandados por el Paladín del Emperador Jacques de Molay, cuya elección del nombre no fue baladí ni gratuita, puesto que era un homenaje al último maestre de los Caballeros de la Orden del Temple. ejecutado en 1314. Mis recuerdos de la elección de los Ángeles Sangrientos se pierden en los recovecos más ocultos de la memoria, pero no quién influyó en tal decisión. Roberto me enseñó su espíritu de sacrificio, su humildad, y su lucha interna por dominar la Rabia Negra, algo con lo que me identificaba en aquel momento, y aún hoy sigo haciéndolo. Años esperando que se revisasen las reglas, viendo un códex que no le llegaba a la altura, y que destruía ese trasfondo porque sólo era eso, un reglamento para pegar tiros. Nada más. Dentro de tres semanas los Hijos de Sanguinius volverán a nacer, con un renovado aspecto,unas nuevas reglas que desconozco aún, ansiosos por recuperar el protagonismo que les corresponde...