martes, 2 de noviembre de 2010

Modelismo

Hace años que monto miniaturas, tanto de infantería como vehículos, siempre de serie fantástica, ya sea futurista o medieval, salvo mi último tanque, un Panzer II de la Segunda Guerra Mundial, que me ha costado sangre, sudor y lágrimas, por su infinita cantidad de piezas en las diferentes matrices. Hoy quiero evitar comparaciones entre la arriba nombrada, y la serie histórica, porque me gustaría agradecer a un querido amigo que me enseñase a amar este hobby nada barato. Sentarme delante de una matriz de plástico, un marine espacial montado, listo para ser pintado o un Rhino imprimado, por poner varios ejemplos, ha sido la mejor terapia que haya podido tener, pues durante ese tiempo mi mente sólo ha estado ocupada en eso, alejando la dureza de las cornadas y embestidas de ese toro llamado Destino, porque de no ser así me volvería loco, al preguntarme tantas veces el porqué de lo qué me sucede y no hallar una explicación. Puede que la gente piense que no me doy cuenta de las cosas, pero no es así, porque soy consciente, y no poco de aquello que pasa a mi alrededor. Tengo muy claro qué es verdad, qué es mentira, qué es justo y qué no. Me pregunto si esos que alardean y hacen apología de la normalidad en un mundo gris y homogéneo de réplicas de clones que imitan a una copia de la originalidad son capaces de tener las cosas tan claras como yo.

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