Los recuerdos de la primera vez que vi a don Antonio Ozores por primera vez se diluyen en esa gran laguna o cajón de sastre que es mi memoria. Imposible me resulta saber si fue el programa Un, dos, tres... o las películas emitidas en el vídeo comunitario, cuya señal llegaba a hogar, haciendo innecesario el pago de la cuota mensual de aquel servicio, y disfrutándolo de forma pirata, como tantísima gente en aquella época. Unas películas chabacanas, de dudosa calidad, pero que tan buenos momentos y recuerdos nos regalaron por su hilaridad y comicidad, con sus ininteligibles frases y sus sentencias ex chaetedra que le daban la razón de sus planteamientos, haciéndolos imposibles de rebatir o siquiera plantear de forma diferente. No hace apenas pocos días que ese asesino llamado cáncer apagaba su genialidad única, dejándonos un mundo más aburrido e insípido. Pocas palabras soy capaz de añadir en este obituario, salvo las de agradecimiento por los ratos vividos en mi niñez y posterior adolescencia.
Descanse en Paz, Antonio Ozores.
Que la tierra le sea leve
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