jueves, 4 de marzo de 2010

El deber de la disidencia

Pienso que ser disidente con respecto a los más dispares asuntos y temas es un deber ineludible, una obligación del ser humano, ya que no siempre se es partidario o contrario de aquello que sucede en nuestro entorno, los comportamientos de gentes y personas que nos rodean, así como de las decisiones y formas de actuar de la clase política, por mencionar e ilustrar sólo unos asuntos, a modo de pincelada. La discrepancia es una necesidad en l sociedad actual, tan cargada y plagada de lacayos, aduladores y pelotas de todo tipo que inflan el ego de la escritora progre de turno o moda con aires de divinidad o el político alejado de la realidad que le rodea, por seguir con los ejemplos. Desmarcarse, disidir es un viento de aire fresco en un mundo exento de originalidad y cargado de plagio e imitación, donde la verdad está sepultada bajo toneladas de mierda, maquillaje e hipocresía de gentes que sólo sabe alabar sin motivo, convertidos en cruzados del fanatismo ideológico, político, religioso o intelectual. No es nada complicado contemplar escuchar aquello de estás conmigo, o contra mí, como decía hace un par de días. Por eso es necesario no combatir en ninguno de esos bandos, y abrir y exigir a la sociedad una tercera vía que muestre una verdad diferente de la absoluta, que a base de ser seguida ciegamente se ha convertido en una gran mentira.

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