sábado, 12 de septiembre de 2009

Pecado de Condenación

Oscuridad. Silencio. Sólo interrumpido por los ruidos del engranaje del pecio espacial donde hemos sido teletransportados. Nuestra misión es clara. Debemos exterminar a los tiránidos que se ocultan entre las chatarras de lo que fue un acorazado imperial, que hoy vaga sin rumbo ni dirección en la inmensidad del espacio. Activada la visión nocturna, tengo la sensación de que estamos siendo vigilados. Incluso siento la respiración alienígena en mi nuca, algo improbable e imposible porque las armaduras tácticas dreadnought lo impiden. Escucho el rugir de un bólter, seguido de un inhumano grito. Ya queda uno menos. Uno de mis hermanos ha acabado con un genestealer. Tengo una sensación extraña. Escucho algo. Miro a los lados. Parece que algo huye. Disparo a la oscuridad. Mis sensores advierten movimiento hacia donde yo estoy, y sigo descargando la munición de mi pistola. La Palabra del Emperador habla por mí. Es el único lenguaje que conocen estos alienígenas, que invadieron el Pecado de Condenación, nuestro acorazado. Estamos aquí, una escuadra de la Primera Compañía de los Ángeles Sangrientos, para rescatar y asegurar que podemos recuperar nuestro pecio... Demasiados siglos ha estado perdido...

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