viernes, 25 de septiembre de 2009

Lucro 'post mortem'

El afán de lucrarse con el sudor del resto, como aves de rapiña o carroñeras es otra de esas cualidades que el ser humano tiene. No es nada inusual ver cómo muchos escritores, pintores, cineastas, artistas... son reconocidos una vez han fallecido, en la más mísera ruina, sin poder disfrutar del éxito, y por tanto de los pingües beneficios que dicha obra genere. Sonadas fueron las vidas de Van Gogh, Cervantes o Stieg Larsson, arruinados, desdichados o desconocidos en vida, siendo objeto de especulación de uno desalmados a los cuales sólo el dinero les importa. Vincent(que no se consideraba un Van Gogh, según le contaba en sus epístolas a su hermano Theo) sólo vendió un cuadro en su vida, y hoy por hoy su obra está valorada en decenas de millones de euros. Demasiado injusto para alguien que fue incomprendido o víctima de burlas en su época. Nuestro Cervantes murió pobre como las ratas y no obstante es el representante de la Lengua Española. Paradojas de la vida. El caso más reciente, el de Stieg Larsson es también una crueldad o jugada del destino, puesto que el éxito le ha venido tras su fallecimiento de un ataque al corazón, y ahora es una pelota arrojadiza entre su viuda y su padre y hermano, forrados a su costa. Si cuestionable y criticable es el lucro de personas ajenas con la obra de seres fallecidos, que lo haga la propia familia es algo detestable, ruin y vergonzoso, a la vez que deleznable. Jamás entenderé por qué se debe valorar la obra de alguien cuando ha fallecido. Pienso que no es justo, pues en ella hay el trabajo y el sacrificio de alguien con ilusiones, y comerciar cuando ya sólo son un recuerdo es cualquier cosa menos ético.

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