sábado, 21 de junio de 2008

Regreso a lo desconocido

El espacio exterior, año 2569.

Nuestra astronave regresa a la Tierra, tras más de un siglo vagando por los rincones más recónditos de la Galaxia. Obligados a partir en un éxodo masivo al final de la Tercer Guerra Mundial, mis abuelos no dejaron de añora nunca el planeta que les vio nacer y crecer. Contaba mi abuelo que aquella contienda no fue de dos únicos bandos, como las anteriores, como la forma tradicional de entender los conflictos. En aquella ocasión, todo el mundo luchó contra todo el mundo, sin más motivación que la personal y el más puro egoísmo. En aquel todos contra todos, los más desfavorecidos fueron aniquilados en su práctica totalidad, y los que lograron sobrevivir no tuvieron otra opción que abandonar el planeta, como se vieron obligados a hacer mis abuelos. Durante aquel largo éxodo, aprendíamos las costumbres y tradiciones, a la vez que contemplábamos millones de fotografías y vídeos. Aquel ambiente acogedor era precioso, regalo de la Naturaleza que no conocía, y que los habitantes no supieron verlo hasta que fue demasiado tarde. Yo no sabía nada de aquello, ya que nací en la astronave, el TRITÓN IV. Pese a preguntarle por qué seso nombre, tan sólo me dio una respuesta: Una neura de juventud. En fin, todo un misterio...
Pese a mostrarnos los recuerdos de la Tierra, nunca solía hablar demasiado de la forma de visa, y de hacerlo, no profundizaba demasiado. Uno de los recuerdos que más vivo guardo fue el día que jugaba con mi hermano y conmigo, mientras nos balanceaba en...(¿cómo se llamaba aquel juguete?)... un caballito de madera. Mi hermano le preguntó algo. No recuerdo qué, pero él dejó de balancearnos y sonreír, para después de largo rato en silencio responder, con la voz entrecortada:
Mejor que aquí, muchísimo mejor que aquí.
No oímos otra respuesta con respecto a aquello que, unos momentos más tarde olvidé, salvo la respuesta. No volvimos a interesarnos por lo sucedido. al menos mientras el viviese. El tiempo pasaba, y los años transcurrían dentro de la astronave en permanente viaje, a la vez que toda la tripulación crecía y envejecía, como el abuelo, que murió en su cama , mientras dormía. Aquella mañana nos resultó extraño que no nos avisase para el desayuno, como era su costumbre desde que partió de la Tierra. Fui a avisarlo a su camarote, pero no respondía ni se despertaba. Mi madre, su hija, entró y fue la primera en conocer la noticia de mis labios, rompiendo a llorar en silencio, como si sintiese que algo malo sucedería al gritar por su pérdida.
Han pasado treinta años desde aquello, y hoy soy yo el abuelo que muestra con ilusión a su nieta cómo regresamos a la Tierra, el planeta que nuestros antepasados nos dejaron como herencia, con la esperanza un cambio a un mundo mejor.

Motivos para no insultar

Hoy he escuchado a unos niños cómo decidían dejar de acosar a otra niña a la que traían por la calle de la amargura, pues su relación con ella se basaba en insultos y vejaciones. Lejos de decidir que iban a dejarla en paz porque no estaba bien su actitud, querían cesar su actitud por los varios intentos de suicidio de esta adolescente de apenas 16 años. Es decir, no les importaba lo más mínimo cómo se podía sentir ella, si estaba mal o andaba en una profunda depresión. No. Ellos no querían insultar porque no querían sentirse culpables si existía un último intento de suicidio. A ellos sólo les importaba eso. No ser responsables de un suicidio, cuando ya es tarde, porque hay una niña acomplejada, llena de miedos y frustraciones, que estará marcada durante muchísimo tiempo. Todo por un exceso de crueldad infantil y un asedio que me recuerda una época vivida en un pasado muy lejano, pero que vuelve a mis recuerdos en momentos como este, cuando me veo reflejado en esos niños y niñas acosados en el colegio, la calle o su entorno. ¿Cuándo parará esto? ¿Cuándo se educará en tolerancia y respeto?

jueves, 19 de junio de 2008

Resurrección de un blog

Hace unos días me decidí rescatar del olvido mi segundo blog, con el que comencé a compartir mis escritos y mis divagaciones. Aquella aventura era aperiódica, pero rara era la semana que no colgaba un post sobre los más variados temas, sobre las cosas que más curiosas me parecían. Durante los años que aquello duró, no me lo tomé en serio hasta que conocí otras bitácoras. La resurrección de las divagaciones ha sido algo inesperado, con un giro que nada tiene que ver con sus comienzos, pues estará dedicado al mundo del cómic en su totalidad, y ahí daré mi visión personal de tantos tebeos como he leído a lo largo de los años, en las primeras ediciones que conocí. Recordaré aquellos inmensos formatos de Vértice o Bruguera, donde nunca se sabían los autores, salvo que la veteranía y las lecturas del material importado estuviesen dentro de tus aficiones, algo difícil en aquella época e implanteable para un niño de mediados de los 80, como era mi caso. Es bonito volver a afrontar este proyecto. Os dejo el enlace, para compartir mi nuevo rinconcito: http://cybernapya.divagaciones.com

miércoles, 18 de junio de 2008

Fumadores intolerantes

Hace unos días me pedían permiso para fumar, mientras caminaba con un conferenciante al que me presentaba y agradecía su ponencia. Aquello me dio motivos para escribir una entrada por lo curioso del caso. Hoy ha pasado todo lo contrario. Alguien ha entrado en mi lugar de trabajo, una tienda de comestibles, alguien con un cigarrillo recién encendido, negándose a apagarlo a sabiendas de la prohibición, por ley de fumar en los establecimientos. A pesar de mis argumentos en contra de su decisión, y de exigirle que lo apagase, este señor nos obligaba a tragar su humo de segunda mano. ¿Por qué? ¿Por qué tengo que tolerar que me apesten con el humo? Estoy en mi derecho de pedir y exigir tolerancia por parte de aquellos y aquellas que fuman, como yo tolero que a mi lado se haga. Es más, no me importa que, mientras tomo café con alguien, espero que nos sirvan un plato o en cualquier otra circunstancia, se enciendan un pitillo, pues comprendo que es un placer del cual soy incapaz de ser partícipe, pese a que los momentos compartidos son importantes por la compañía, y esto es algo que siempre invita a hablar de ello en post's o comentarios.

martes, 17 de junio de 2008

Ortografía y cultura

Si hay algo que pueda molestarme mientras leo, es la presencia de faltas de ortografía y gramaticales, algo que está tan de moda que asusta y preocupa. Hace unos meses leía y escribía sobre este tema, ya que varios ideólogos estaban pensando en desterrar la ortografía de las Universidades, así como su jubilación en la Enseñanza. Cierto es que con la irrupción de la telefonía móvil usamos un lenguaje abreviado, tan presente en nuestra manera de escribir que, me atrevería a decir, es imprescindible, pero de ahí a cometer errores garrafales como escribir berdes o vurro, como ejemplo ilustrativo, no hace más que demostrar que la incultura reinante debería ser algo contra lo qué actuar. No voy a ir de maestro, pues no lo soy, ni pretendo formar a nadie, ya que esa es otra profesión que nada tiene que ver con mía actual. Tampoco pretendo dármelas de intelectual contertulio, o viceversa, ya que, como decía Descartes, sólo sé que no sé nada. Mi intención con estas líneas es reflexionar sobre un problema real, que es la desculturización y el desaprendizaje, algo que puede traernos muchísimos problemas a la larga, como pretenden aquellos y aquellas que ostentan algún tipo de poder, pues al no existir la Cultura y la Enseñanza, será más fácil manejar los rebaños de la sociedad.

lunes, 16 de junio de 2008

Castigando a los monstruos

Hoy ha comenzado el juicio contra varios pederastas, que lograban captar a sus víctimas a través de una página en la cual se anunciaban como canguros. Todo una tapadera, ya que una vez llegaban los niños a sus manos sufrían las peores atrocidades y vejaciones que se puedan imaginar, sin importarles que fuesen bebés sus víctimas. Desde este blog, declarado abiertamente contra la pornografía infantil, deseo manifestar mi satisfacción por la celebración del juicio, y mi deseo de una condena ejemplar, sin reducciones por buena conducta, ya que estos monstruos son unos lobos con piel de cordero, ejemplares de cara a la galería, pero unos degenerados en la intimidad, que disfrutan haciendo daño a aquellos que son inferiores a ellos, puesto que les excita sentirse superiores. Soy incapaz de entender, comprender o justificar tanta atrocidad en una sola persona, ya que se me escapa a mi lógica esas ganas de hacer daño, sobre todo a criaturas tan inocentes como los niños y niñas. Sólo me queda confiar en la Justicia, con mayúscula, para que actúe, de una vez por todas, y que el castigo que los jueces impongan se cumpla, para que no pase como con el caso Mariluz.

domingo, 15 de junio de 2008

65 horas

El otro día me enteré de la recomendación de la Unión Europea para aumentar a 65 horas semanales la jornada laboral. Es decir, pasar de las 8 horas actuales a 11 o 13, según se mire, dependiendo de si se trabaja el sábado o no. Este retroceso en los derechos de los trabajadores y trabajadoras no es más que una burla hacia toda persona que trata de subsistir con un empleo, mediocre o no, amén de un robo de su vida privada, ya que será imposible compatibilizar vida privada con tan amplia jornada laboral. Si difícil es ahora con un tercio del día empleado en el trabajo, cuando sobrepase la mitad del nombrado, será una utopía vivir. Nos hayamos ante una nueva forma de esclavitud, y es necesario hacer algo para evitar que esos políticos y políticas elegidos actúen como les dé la gana, olvidando u obviando que tenemos derecho a trabajar, pero no a entregarle la vida a la empresa que nos contrata, y que no aumentará los sueldos con el aumento de las horas trabajadas. Espero que esta locura fascista y de extrema derecha se quede en una sola recomendación, y sea ignorada y rechazada por el resto de países de la Unión Europea. Y puestos a pedir, que los políticos y políticas piensen más en la ciudadanía que en los intereses personales, ya que hacen que dejemos de confiar en sus palabras y estar cada vez más en desacuerdo con sus decisiones tomadas, sean en beneficio o detrimento de la sociedad.

El espejo

Existen libros para leer de noche, a oscuras, alumbrados tan sólo por la luz de una de esas linternas fabricadas para tal fin, pues no se entienden si no se crea la atmósfera correcta. A veces pienso que soy tengo demasiadas manías con la lectura. Aquella oscura noche de viernes 13 estaba siendo de las de peor temporal en los últimos años, con unos vientos que parecían gritos de terror y unas fuertes lluvias torrenciales que eran acompañadas por una sonora tormenta eléctrica. Me encontraba solo, leyendo no recuerdo qué novela de vampiros, en una edición del siglo XIX, iluminado tan sólo por una vela, con el sonido que me regalaba la naturaleza de fondo. Concentrado en la historia de la novela, fui sobresaltado con un extraño ruido. Alguien golpeaba en la ventana. Extraño, pues me encontraba en un tercer piso. Cerré el libro y lo deposité sobre el reposabrazos de mi sofá. Cogí la vela y me dirigí, lentamente, al lugar de donde procedían los golpes. Una vez más volvió a sonar el cristal golpeado por unas manos. Abrí las cortinas y allí estaba ella, con un blanco vestido que dibujaba sus sinuosas formas. Su mirada me tenía paralizado e hipnotizado. No hacía nada, pero yo sabía lo qué deseaba, y le obedecí sin rechistar, así que abrí la ventana. Lentamente entró en mis aposentos, para tomarme en sus brazos y dejar caer su cabeza sobre mi cuello. Cerré los ojos y sentí un leve pinchazo, junto a sus carnosos labios que bebían mi sangre, algo tan placentero y excitante que no deseaba oponer resistencia, pese a que no quería ser la víctima de una vampiresa tan atractiva y exuberante como aquella que me visitaba. Sabía cómo seducirme, y yo también que ella lo haría, pero aquello no importaba en aquel momento.
En ese preciso momento el despertador me hizo despertar de mi sueño, algo extraño, pues no es nada fácil que yo despierte a la primera. Mientras caminaba hacia el cuarto de baño noté que el cuello me dolía, pero no presté atención, pensando que se trataba de una contractura muscular. Una vez allí, dirigí mi vista al espejo, esperando que éste me devolviese mi imagen reflejada, pero jamás obtuve respuesta...