sábado, 8 de marzo de 2008

Relato de la semana: Apuntes para una novela de Warhammer 40000

Los gritos resonaban en la sala de mando de la cañonera Thunderhawk que transportaba al inquisidor Presley junto a su séquito y un pequeño destacamento de los Ángeles Sangrientos.
-¡Escúchame bien, capellán!-decía el inquisidor-. Estos exploradores han combatido por nuestro Dios Emperador y tu amado y llorado Sanguinius. Han visto morir a hermanos, amigos, familia... y quieres ejecutarlos porque piden sangre. ¿Acaso no es lógica su demanda?¿Acaso no sufres tú también la rabia negra? Cierto que han sido dominados por Khorne, pero tú no has combatido a su lado, ni has visto su entrega. Ni siquiera la has sufrido. Tú no sabes qué es estar hombro con hombro junto a ellos, riendo, llorando, escuchando sus lamentos. ¡Esos a quién tú quieres matar se han ganado el derecho de tratarme como un igual, como un hermano, sin protocolos, y no voy a consentir que los asesines a sangre fría!
-Informaré sobre esta traición a los Altos Señores y seréis condenado por hereje-respondía el capellán, sin perder la compostura.
-¿Hereje? Tan sólo sabes escuchar lo qué te gusta oir. No voy a permitir la muerte de esos tres chavales, así que pon a mi disposición una cápsula de desembarco, que la usaré para que esos tres exploradores se enfrenten al destino que el Dios Emperador les tenga reservado, y no un líder espiritual que lo único que hace es rezar y enviar al futuro del Capítulo a una muerte segura porque está sediento de sangre.
Los tres aspirantes a marines espaciales eran atados por el inquisidor Presley, que evitaba sus miradas, perdidas y extraviadas en la locura, mientras eran introducidos en aquel vehícvulo de desembarco. Una vez osó mirarles a los ojos, pero no obtuvo respuesta por su parte, pues ya estaban malditos...
Una vez se cerró la escotillla, la cápsula salió disparada, sin rumbo fijo, aunque todos sabían qu e aterrizaría allende las fronteras del Astromonicón...

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