sábado, 15 de diciembre de 2007

Soy viejo


He de reconocerlo: El tiempo me ha golpeado con su maza hoy. He estado viendo una serie de animación sobre la Legión de Superhéroes, algo que leía allá por los finales de los años 80, y que me encantaba, y de ese recuerdo hará el próximo 2008, 20 años. Veinte años en los cuales mi pasión por los cómics y la subcultura no ha dejado de aumentar. También me he parado a ver la película de Marco, que proyectaba una emisora local, y de ésto los recuerdos pueden perderse en la noche de los tiempos, cuando no sabía ni siquiera leer... Es curioso, lo que nos metíamos entre pecho y espalda de niños, puesto que era una serie nada recomendada para los críos, pero que nos tenía delante de la tele, durante media hora sin rechistar... He de reconocer que desde que entré en primaria no volví a ver dicha serie, y el tiempo me ha pegado una mala pasada. Los recuerdos de mi infancia han aflorado, y he comprobado el paso del tiempo. Ahora, cada recuerdo se traslada a un siglo pasado, a más de dos décadas en las cuales han pasado infinidad de cosas, buenas o malas, pero han pasado, y he visto los cambios de esta sociedad, imperceptibles de un día para otro. He pensado en toda la gente que renunció a sus sueños, por un trabajo mal pagado y he visto a los bohemios dejar de serlo porque unas hipotecas les han esclavizado, como me pasará a mí, tarde o temprano... Recuerdo tantas ilusiones, tanta inocencia, tanta bondad... Y espero que estos recuerdos no se pierdan en el tiempo, como aquellas lágrimas en la lluvia del replicante.

Relato de la semana: La verdadera historia

Muchas veces, la realidad pasa a ser historia. Muchas veces, la historia se convierte en mito. Muchas veces, el mito se convierte en leyenda. Así conocí yo la verdad sobre una de las leyendas que circulan entre las gentes de mi pueblo. Sucedió hace varios siglos, cuando yo no era más que un pequeño elfo que jugaba por los caminos...
Una tarde, me dirigí a casa y, totalmente ilusionado, le rogué a mi abuelo:
-Abuelo, abuelo, cuéntame la historia...
-Pero si ya la sabes-respondió él... -. Todo el mundo la sabe...
-No esa historia. La verdadera historia...
-Está bien, -prosiguió-. Siéntate aquí y no pierdas detalle. Vas a saber qué sucedió la única vez que los Pueblos Élficos y los Pueblos Enanos se aliaron para combatir a los Dioses del Mal, en una sangrienta batalla que muchos quisieron olvidar por su crueldad... Afortunadamente, ya no queda ninguno de aquellos valerosos guerreros. Ninguno salvo yo... -¿Afortunadamente?-pregunté yo.
-Los recuerdos pesan demasiado y no todo el mundo los aguanta-respondió él, prosiguiendo con su relato-. Y lo qué vas a escuchar es lo qué pasó en realidad, lo qué la leyenda desvirtuó con el paso del tiempo... Fue la más cruenta de las confrontaciones jamás recordada. Fue la más cruenta de las confrontaciones jamás vivida...
"Tras aquél momento, muchos elfos decidieron morir, pues los recuerdos pesaban. Nunca habían imaginado que la guerra fuese algo lleno de tanta muerte, tanto dolor, de tanta sangre... Nunca hubiesen imaginado que el mal hubiese podido corromper a seres tan puros y tan maravillosos como los elfos. Pero fue así...
"Muchos de aquellos elfos fueron corrompidos por las fuerzas del mal, convirtiéndose en nuestros némesis, nuestros archienemigos... Abrazaron las sombras, nos traicionaron.
"Entre esos traidores estaba mi hermano-prosiguió con la voz rota y un mar de lágrimas que inundaba sus iluminados ojos verdes élficos-. No sé por qué tuvo qué hacerlo. No sé por qué tuvo que fallarnos... Pero eso hizo que naciese la leyenda...
"Era noche cerrada, y las lunas estaban ocultas. Tan sólo se iluminaba el cielo, gracias a las brillantes estrellas que nos contemplaban como nuestros antepasados. Un grito en el silencio fue el peor presagio que un elfo o un enano pueden tener... Sabíamos qué era, pero no nos atrevíamos a decirlo... Sabíamos que en el momento en que los soles despertasen, nos dirigiríamos a una muerte segura... Pero era un riesgo que estábamos dispuestos a correr... Nuestros generales, Valtharion por nuestro pueblo y Thurisand por parte de los enanos, daban las órdenes precisas para que nada fallase... Debíamos protegeros de aquella amenaza oscura. Tú no habías nacido. Tu padre no había nacido...
"Cada pueblo se concentraba por separado para afrontar su destino... Anteriormente habíamos estado reunidos, elfos y enanos, en unas agradables noches sin precedentes que sólo yo echo de menos, pues ya no quedan enanos ni elfos que estuviesen allí, y las relaciones entre ambas civilizaciones se han ido enfriando con el paso del tiempo... Incluso hubo una guerra en la que volví a combatir, pero esa es otra historia que otro día te contaré, pues hoy quieres conocer la verdadera historia. Lo qué sucedió antes de abandonar el pueblo que nos vio nacer... El pueblo que fue trasladado piedra a piedra por los magos que sobrevivieron.
"Había llegado el momento. Los enanos con sus máquinas de guerra y nosotros, con nuestros magníficos guerreros y magos, esperábamos el avance de los Dioses del Mal. En el campo de batalla observábamos, en silencio, todo aquello que temíamos. Los fieros soldados enanos golpeaban en el suelo con el canto de sus gigantescas hachas. "Nuestros caballos relinchaban y los comandantes esperaban el momento de lanzar el ataque...
"Valtharion habló en la lengua común:
"-¡Infantería!.¡Preparados!.¡Atacad!
"Y así sucedió. Miles de elfos, armados con espadas y lanzas se lanzaron a una muerte segura... Miles de enanos se lanzaron a una muerte segura... Las fuerzas del mal repelieron el ataque sin ninguna dificultad... No llegaron a rozarlos, pues un hechizo los desintegró antes de golpearlos. Nuestros magos lanzaron varios hechizos sobre las flechas y máquinas de guerra de nuestros aliados... De aquellos cañones y arcos salían fuegos capaces de destruir todo lo qué se pusiese en su paso... Y así empezó a suceder... Las criaturas del mal iban desapareciendo entre gritos de muerte que no hacían otra cosa que motivarnos.
"Dos de nuestras unidades, una en la cual se hallaba mi hermano, y otra de los Señores de las Minas, decidieron rodear y atacar por la retaguardia, sin consultar a Valtharion o a Thurisand. Nadie lo vio con buenos ojos, debido al peligro que aquella gesta suponía, pero se empeñaron. Yo traté de persuadir a mi hermano, pero estaba cegado. Él era el impulsor de aquella división interna, y no atendía a razones... Así que, armándose de valor, reclutó a varios soldados de ambos bandos y, montando en caballos y máquinas de guerra, decidieron seguir adelante con su plan...
"Cuando Valtharion y Thurisand se enteraron de aquello, montaron en cólera, pero se mantuvieron unidos. La alianza pesaba más que una división interna. En el campo de batalla veíamos caer a nuestros compañeros, a nuestros amigos, a nuestros familiares... Me resulta difícil hablar de ello... Fue una auténtica masacre... Pero lo verdaderamente doloroso fue lo qué sucedió a punto de finalizar la batalla... Nuestros compañeros fueron seducidos por el mal que fueron a derrotar... Muchos murieron, muchos huyeron, entre ellos, yo. No quería enfrentarme a mi hermano. No quería morir...
"Regresamos a nuestra fortaleza, entre lágrimas por la traición sufrida y por los muertos... Los enanos nos transportaban y apoyaban. Nuestra pureza y fragilidad eran notables. Estábamos rotos... Nunca un elfo había traicionado antes a su hermano... Fuimos recibidos, de forma sencilla, por nuestra Reina, Aredhel, que desterró a mi hermano y los otros, perdonándome a mí por algo que temía... La traición. Era responsable de mi hermano. Nunca olvidaré sus palabras:
"-Tu hermano decidió por sí mismo. Nadie puede ser culpable de lo qué otros hacen bajo su responsabilidad.
"En esa ocasión perdimos los elfos y enanos, la única en que una alianza no fue capaz de soportar un ataque. La leyenda cuenta que no fue así. Que derrotamos a las fuerzas del mal. Pero yo sé la verdad. Yo sé lo qué pasó. Porque yo estuve allí...”
-¿Y por qué mienten, abuelo?-pregunté yo.
No mienten. Al cabo de los años se van transformando las cosas, según interesen. Recuérdalo.
-Lo haré. Te lo prometo.
Han pasado muchos siglos desde aquello, y mi abuelo se reunió con sus antepasados. Ya nadie recuerda la historia. La verdadera historia. Nadie salvo yo, Valtharion, que llevo el nombre de aquel valeroso guerrero que unió a dos pueblos irreconciliables.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Frío espíritu de Navidad

Es curioso, pero este año apenas noto el espíritu navideño, pese a las fechas en las que estamos. En el ambiente no se nota esa ilusión que otros años era palpable, y casi se podía tocar. No sé si la nostalgia de los seres queridos que nos faltan, ese plato que falta en la mesa, o el excesivo consumismo, frustrado por la crisis de las hipotecas y los altos precios de los productos, hacen que estas navidades sean extrañas. Con tanta compra compulsiva frustrada, la gente olvida que la Navidad es una fecha de amor, donde debemos dar lo mejor de nosotros y sacar los mejores sentimientos. Es cierto que esta época nos trae el recuerdo de aquellos seres queridos que ya no están entre nosotros, o los que tenemos lejos, pero se vivía una ilusión que este año echo de menos en el ambiente. No hay ganas de celebrar nada, aunque los medios se empeñan en lo contrario. Parece que todo está forzado, y se nota que es un papel representado. Es muy triste que hayamos olvidado qué significa, o que hayamos convertido ese significado en una época de excesos de comida, alcohol, o regalos. Espero que poco a poco se vuelva a recuperar la ilusión perdida, y que el recuerdo de los seres queridos que ya no están, o la ausencia de los qué tenemos lejos sean bellos, y no duros y tristes.

Morales de doble filo

Mientras escucho Extrechinato y tú, reflexiono sobre la polémica del calendario de una compañía de bajo coste, que ha mostrado a doce de sus auxiliares de vuelo, ligeras de ropa, y con poses sensuales. Varias asociaciones de consumidores han puesto el grito en el cielo porque según dicen, atenta contra la dignidad de la mujer. Me parece muy hipócrita esta actitud, ya que nadie se mete con la moda de los calendarios de desnudos de asociaciones de jubiladas, equipos de fútbol, tanto masculinos como femeninos, o policías locales o cuerpos de bomberos. A estos calendarios sí los denominan arte, pese a que muestran menos ropas que el de la aerolínea. ¿Dónde vamos a llegar? No voy a valorar si el contenido es más apropiado o menos. No voy a echar más leña al fuego, pues yo quiero llamar a la reflexión, ya que no debemos pecar de hipócritas, al criticar un calendario por el hecho de ser chicas jóvenes las modelos, y no amas de casa u otro tipo de mujeres. Desde estas líneas quiero llamar a la sinceridad, pues creo en la madurez de aquellos y aquellas que han puesto el grito en el cielo por el dichoso almanaque. En vez de criticar esto, que se dediquen a defendernos de las líneas de autobuses que no cumplen los horarios o los abusivos precios de productos de primera necesidad, pues eso sí es importante, y no unas chicas que posan para un fin benéfico.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Barreras arquitectónicas

A veces no somos conscientes de las barreras arquitectónicas hasta que las sufrimos en nuestras propias carnes, o en las carnes de alguien cercano. He vivido esta situación hace unos días, cuando tuve que ver a una persona muy especial para mí, y que va en silla de ruedas, ya que padece esclerosis múltiple. Yo sabía que era difícil acceder a según qué sitios a las personas como ella, que se mueven en silla de ruedas, pero lo qué nunca imaginé es que algunos sitios fuesen inaccesibles. Si a las barreras físicas sumamos las humanas, el resultado puede ser demoledor. En una ocasión, pedí que se abriese una puerta de control de un recinto, tras explicar la situación que anteriormente narré, y el encargado de la seguridad nos dijo que existía una prohibición para la apertura de una verja metálica, lo cual encendió mi ira y despertó mi incomprensión, ya que este señor no entendía, o más bien no quería hacerlo, que estaba poniendo obstáculos a una persona con una grave minusvalía física. Me parece que estas actitudes deberían avergonzar a todos, pues nunca sabemos qué nos puede deparar la vida ni el destino, y condenar a alguien a una carrera de obstáculos es algo ruin y rastrero. Afortunadamente, cada vez van existiendo más sitios adaptados y las barreras arquitectónicas van desapareciendo, y todos vamos teniendo las mismas oportunidades de movernos libremente por donde queramos.